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ESTE BLOG ES MI MODESTO HOMENAJE A ESA MARAVILLA LLAMADA HUELVA

VIRGEN DEL ROCÍO

Polvo de los caminos de pesares colmatado, hoy quiero hablar contigo y saber de ese pasado, que celoso va contigo cual tesoro más preciado, porque son los peregrinos quien en ti depositaron. Los recuerdos y vivencias o avatares de sus vidas, para que lleves la cuenta de las promesas cumplidas. Trazadas sobre tu senda con posos de sus heridas, en silenciosa ofrenda de sus penas y alegrías. Muéstrame sus secretos y pon en mi tu confianza, que soy un ser discreto y el chismorreo me abrasa. Concédeme este deseo para guardarlo en el alma, que mi corazón ya viejo con la duda se arrebata. No ocultes los sentimientos de sus lágrimas mezclados, tan llenos de recuerdos y vivencias del pasado. No guardes más silencio, háblanos alto y claro que la senda es un tormento si continúas callado. Que granos de tus arenas de dolores son testigos, más rodares de carretas y sudores del peregrino, caminando hasta la Aldea por la Virgen del Rocío y su más linda Presea: ¡el Pastorcito Divino!.







      Narran los historiadores que el nombre de Virgen del Rocío fue tomado, con hondo sentido teológico, de la oración postcomunión de la fiesta de Pentecostés, hoy en la misa votiva del Espíritu Santo. En ella se pide a Dios que su Espíritu limpie nuestros corazones y los fecunde con el Rocío de su venida. El Oficio de Lecturas del mismo día recoge un fragmento del tratado Adversus Haereses, de San Ireneo, donde se afirma que necesitamos del Rocío de Dios, para que no nos abrasemos, ni nuestra vida quede infecunda.
    La paloma, teofanía del Espíritu Santo, revolotea en el palio sobre la Virgen del Rocío, otorgándole, como amante Esposo, su poético y sugestivo nombre. Por eso la imagen es invocada universalmente como Blanca Paloma.
La imagen de la Señora en la Ermita del Rocío, está de pie, hierática, con la mirada baja y la expresión dulce y sonriente, viste a la moda de los Austrias, y ostenta corona y ráfaga. Como Virgen Majestad, sostiene al Niño entre sus manos.
      La primera descripción que conservamos de la talla nos la facilita Morgado en 1,882. En su interesante examen artístico afirma que se trata de una bellísima escultura, que mide poco más de un metro, y revela el estilo propio de principios del siglo XV, época en que fue aparecida según refiere la tradición. Añade que por estos años debió sufrir una restauración que le imprimió su carácter gótico. Despojada de su indumentaria del siglo XVII observa que la talla original tiene completamente borrado su rostro, pende de sus hombros un sencillo manto pintado de azul, y el vestido está de verde, sujetándolo a la cintura una correa salpicada de estrellas de color de oro, dejándose ver entre los pliegues de la túnica por su parte baja, el calzado grana de forma puntiaguda. En el sitio del pecho del lado izquierdo, está perfectamente señalado el lugar que ocupó el Niño. Por último, expone que la imagen ha experimentado dos grandes modificaciones: la primera fue cuando fue hallada, es decir, en el siglo XV; y la segunda en el 1,635, en que dejó de ser de talla para vestirla de ricos brocados al gusto de la época, dejando oculta y mutilada la imagen.
      Otra descripción de la escultura de la Virgen del Rocío, fue emitida en 1,949, por el pintor sevillano Santiago Martínez, designado por la Junta Diocesana del Tesoro Artístico para informar acerca del estado de conservación de la imagen. El escrito dice: La escultura es de período gótico perfecto, buena como obra artística, bien conservada de la cintura para abajo, no así el resto, que se encuentra mutilado desgraciadamente por arreglos, tal vez muy remotos, con objeto de darle ciertas formas, para adaptarle las ropas, ráfagas y el Niño. La Virgen está de pie, los plegados y forma del cuerpo están muy bien resueltos en su dibujo y modelado, asomándole entre los pliegues unos chapines pintados de rojo. La decoración que se conserva no está mal en sus sencillos dibujos de dicho estilo gótico. La cara tan bella y atrayente de la celestial Señora, parte principal de toda la imagen, que enmarca el rostrillo cuando está vestida con el traje de Reina, también tiene antigua restauración, conservándose por fortuna todos los rasgos de expresión y modelado de escultura sin que parezca haber sufrido importantes transformaciones. La encarnación, aunque retocada con seguridad hace muchos años, conserva también lo esencial de la obra antigua.





     Infante Galán sostiene que Alfonso X el Sabio, levantó una Ermita dedicada a Santa María en un lugar de caza denominado Las Rocinas, entre 1,279 y 1,284. Por el contrario, el profesor Hernández Díaz opina, a juzgar por lo que dejan ver sus vestidos, que se trata de una efigie gótica de las postrimerías del siglo XV. Y Alvarez Gastón se limita a sintetizar todo lo expuesto, haciendo constar que la escultura actual, gótica, es, según unos, obra de fines del XIII, y, según otros, de los últimos años del XV. He aquí el estado de la cuestión. Nosotros, a tenor del presente estudio, nos inclinamos a catalogarla como una escultura de las postrimerías del siglo XIII.
     Santa María de las Rocinas, a fines del siglo XVI o principios del XVII, fue vestida de ricas telas, conforme al gusto e ideas estéticas y espirituales de aquel tiempo. Desde entonces la Virgen luce el traje de gran dama española. El vestido se componía de la basquiña o falda acampanada, con el verdugado armazón cónico de aros para mantenerla ahuecada y tensa, jubón o corpiño para cubrir el busto, con gorguera de encajes y ajustadas mangas con puños o vuelillos también de encajes y enriquecidas con franjas horizontales de pasamanería. Sobre las mangas del jubón se lucían otras, amplísimas, denominadas de puntas o perdidas.
      Para vestir así a la Virgen del Rocío, el traje experimentó ciertas innovaciones, que con ligeras variantes se mantiene hasta la fecha. Para ello, la gorguera se prolongó y adaptó a la cabeza de la Señora en forma de cofia y sobre ella se colocó el simbólico velo de las vírgenes. El manto pendía de los hombros, y no como ahora que cubre la cabeza.
      Las pequeñas modificaciones introducidas en el vestido de la Virgen corresponden a etapas posteriores de su evolución. La ráfaga de puntas de plata dorada fue donada en 1,733 por José Carlos Tello de Eslava, canónigo de Sevilla, y por su hermana Isabel. El vuelillo de encaje que rodeaba el rostro no se transformó en rostrillo hasta el último tercio del siglo XIX. Fecha en que las amplias mangas de punta se convirtieron en mantolín. Y por último, desde principios del siglo XX se le prendieron flores en los hombros y al centro de la ráfaga.
      Entre las numerosas joyas con que se engalana, merece destacarse una, por el especial simbolismo que encierra, y por haberse popularizado en una canción. Se trata de una salamanquesa o salamandra, donada por el vizconde de la Palma, Ignacio Cepeda, que la Virgen luce en el hombro. A la salamandra se le atribuía la propiedad de vivir en medio del fuego, sin recibir la menor quemadura, antes bien, se regeneraba entre las llamas, como el ave fénix. Esta significación, hoy olvidada, era sobradamente conocida y relacionada con el fuego del Espíritu Santo, hasta el punto de que en los sínodos de Jaén, 1,492, y de Córdoba, 1,520, se reseña el hecho de que el día de Pentecostés arrojaban lagartijas en el interior de los templos.
      La corona de oro y pedrería que luce la Virgen en sus fiestas, fue realizada por Ricardo Espinosa de los Monteros, en Mayo de 1,919. La corona del Niño la confeccionó José de los Reyes Cantuero, en la misma fecha. De entonces es también el rostrillo metálico, que imita a los que en principio lució, de tisú de oro o plata con argentería.




La tradición acerca de la aparición de la Virgen está recogida en la Regla de la Hermandad del año 1,758. La piadosa y poética narración presenta los rasgos comunes de todas las invenciones o apariciones legendarias de imágenes marianas. Cuenta que durante el siglo XV, un hombre fue al sitio de Las Rocinas a apacentar el ganado, o a cazar. Ante el insistente ladrido de los perros, decidió internarse en la maleza, y allí entre zarzales, halló la imagen, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla, y su belleza peregrina. Vestíase de una túnica de lino entre blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aún para la imaginación más libertina.
      Aquel hombre decidió trasladar tan bello simulacro a la villa de Almonte, a tres leguas del sitio de la aparición. Pero cuando logró sacar a la Virgen de la espesura, se quedó dormido por el gran esfuerzo. Al despertar, la imagen había desaparecido. Volvió al lugar de la invención, y la halló nuevamente allí. En vista de lo cual, fue a Almonte y contó lo sucedido. De inmediato llegaron al lugar de los hechos el clero y el cabildo secular de esta villa. Comprobada la veracidad de lo referido, decidieron levantar un templo en su honor: Hízose, en efecto, una pequeña Ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada sirviera de peana adorándose en aquel lugar con el nombre de Virgen de las Rocinas.
      La Virgen ha sido invocada en aquellos parajes desde el siglo XIII con tres títulos. La leyenda dice que en la espalda de la figura se leía: Nuestra Señora de los Remedios. Sin embargo, la Virgen comenzó a recibir culto con el toponímico de Santa María de las Rocinas. Y con motivo de fijarse su fiesta en la Pascua del Espíritu Santo, se transformó el título en Rocío el 29 de Junio de 1,653, siendo en este mismo año proclamada Patrona de Almonte. Advocación mariana de mística y significativa alusión. De ahí que la paloma, símbolo iconográfico del Espíritu Santo, sea, en la devoción rociera, atributo y piropo de la Madre de Dios.
      La devoción a esta imagen fue prendiendo en aquel lugar de las marismas. Las Crónicas de Alfonso XI reseñan una cacería del monarca en aquellos parajes, cuando en 1,337 volvió a campear contra Portugal. Al recoger el rey su experiencia cinegética en el Libro de la Montería, compuesto entre 1,340 y 1,348, menciona expresamente la Ermita de Santa María de las Rocinas. De 1,349 es una noticia que pudimos hallar entre los pergaminos de la colección diplomática del monasterio de Santa Clara, de Moguer, indicativa de la fama alcanzada por esta Virgen más allá de los términos de Almonte. En efecto en el testamento de Urraca Fernández, vecina de Niebla, fechado el 10 de Febrero de 1,349, se mandan dos maravedíes a la obra de Santa María de las Rocinas, y a las ermitas de Santa María de Lavapiés (Niebla), Santa María de la Furugente (Moguer) y San Juan de Moraniña (Bollullos Par del Condado), y a otras iglesias.




     Durante la Baja Edad Media el culto de la Virgen del Rocío estuvo mal atendido por falta de medios económicos y por la inhóspita situación de la Ermita. Sin embargo, la ubicación entre Sanlúcar de Barrameda y Niebla, señoríos de los Guzmanes, vía de comunicación obligada para los intercambios comerciales, favoreció la difusión del tal advocación mariana.
      A finales del siglo XVI concurren dos hechos que fomentan esta devoción. En 1,574, Pedro de Gauna, canónigo de la catedral de Sevilla, funda en Almonte un convento de Mínimos, con el título de Nuestra Señora de la Victoria, que andando el tiempo se harán cargo del culto durante más de veinte años en el entonces casi abandonado Santuario de Santa María de las Rocinas. Y sobre todo, al otorgar su testamento Baltasar Tercero, natural de Sevilla, vecino de Lima, el 11 de Febrero de 1,587, ante el escribano público Esteban Pérez, dispuso la fundación de una capellanía en la Ermita que se llama Nuestra Señora de las Rocinas que está entre Sanlúcar de Barrameda y la dicha villa de Almonte, dejando para ello dos mil pesos ensayados y marcados y quinientos pesos ensayados para reparos de la dicha Ermita de Nuestra Señora de las Rocinas y para que viva el clérigo que sirviese la dicha capellanía y para ornamentos y para las demás cosas necesarias para servicio de la dicha capellanía.
      Al principiar el siglo XVII se inicia un gran desarrollo del fervor popular en torno a la Señora de las Rocinas. las causas que lo provocaron, junto a las ya citadas, fueron el traslado de la Virgen de Moraniña, de Bollullos Par del Condado, en 1,602 a Sevilla, que hizo posible que la devoción mariana de toda la comarca revirtiera sola y exclusivamente en la ya famosa Virgen marismeña. Y sobre todo, el sentido movimiento mariano del Barroco y la Reforma, que en Sevilla es esencialmente concepcionista, como justa y adecuada réplica a la corriente antimariana de protestantes y jansenistas.
      Los devotos de la Virgen, enfervorizados por las pláticas y sermones de los predicadores, acudían ante su augusta presencia en demanda de remedio y solución para sus males. Así fue cómo la fama de la Blanca Paloma voló por toda Andalucía, por toda España e incluso por América.
     Ante la epidemia sufrida en 1,649, los almonteños decidieron trasladar procesionalmente a la Virgen desde el Santuario a la Parroquial de Almonte. Poco después la villa quedó libre del azote que diezmaba las poblaciones andaluzas. Y como pública protestación de fe y gratitud a la Señora por todos los favores y gracias recibidos por su intercesión, el 29 de Junio de 1,753, el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa juraron defender la Inmaculada Concepción de la Virgen y votaron por Patrona de esta villa a la Reina de los Ángeles, Santa María de las Rocinas.
      Según se hace constar en tal acta, la fiesta de la Virgen se celebraba con misa solemne y sermón el día de la Natividad o del Dulce Nombre de María. En fecha inmediata se instituyó la fiesta anual, al decir de la Regla, el día segundo de la Pascua del Espíritu Santo. Por aquel entonces se transformó la advocación de Rocinas a Rocío.



Y surge la tan renombrada romería como una de las manifestaciones más importantes de la religiosidad y del folclore andaluz, en honor de la Patrona de Almonte y Reina de Andalucía. Para el sostenimiento y solemnidad de los cultos se funda la Hermandad Matriz. Luego, a imitación de la de Almonte, se fueron erigiendo otras muchas.
Ante ciertas necesidades urgentes y graves, sequías, epidemias y hambre, la Virgen era traída a Almonte. Según Álvarez Gastón, en el siglo XVIII vino trece veces; en el siglo XIX hay constancia de seis; en el XX, en 1,915 con motivo de la restauración del Santuario, en 1,919 por la del camarín y retablo; a los siete años de coronación canónica lo hizo nuevamente. Desde entonces lo hace con la misma periodicidad. El traslado desde la Basílica del Rocío hasta la Parroquial de Almonte se hace a hombros de todo el pueblo. La Virgen en esta ocasión, viste de Pastora. En realidad se trata de una ropa de camino propia de la indumentaria femenina de hacia 1,600, compuesta por larga saya, bohemio o capotillo y sombrero de amplias alas, decorado con flores silvestres. A su llegada al Chaparral, se saluda a la Señora con un gran estruendo de salvas de escopetas al aire, signo de júbilo y contento entre los campesinos y cazadores de la localidad. Una vez desvelada la imagen, comienza el recorrido por el itinerario previsto, en el que se levantan arcos triunfales decorados con filigranas de papel, de bellísima artesanía popular. El retorno a la aldea de el Rocío sigue el mismo ritual.



     Por último, hemos de reseñar la fundación de otra festividad, conocida popularmente como el Rocío Chico, para rememorar anualmente la prodigiosa intercesión de la Blanca Paloma en Almonte durante la invasión francesa. Sabido es que el 17 de Agosto de 1,810, dos partidas de caballería del ejército francés reclutaban hombres en Almonte para organizar una milicia cívica. Inesperadamente, treinta y seis vecinos de la localidad se amotinaron y dieron muerte a la mayor parte de los soldados franceses, incluyendo al capitán Dosau. Desde Sevilla se dispuso como escarmiento que Almonte fuese saqueada y degollada toda la población. Así fue cómo, en la noche del 18 al 19 del citado mes, apresado el cabildo eclesiástico y el brazo secular de la villa, ofrecieron a la Virgen del Rocío, si salvaban la vida, celebrar una función anual de acción de gracias en memoria del beneficio alcanzado. Ante la situación creada, un puñado de soldados españoles se encaminaron desde Aznalcázar hasta Sevilla para desafiar a los franceses, que, temerosos, hicieron volver a las tropas enviadas para castigar a los almonteños. Más tarde, apagada la sed de venganza, se conmutó la sentencia por un impuesto dinerario. De esta forma se salvó Almonte. Y a partir de entonces, cada 19 de Agosto se dan cita en el Rocío, junto con los almonteños, miles de devotos para cumplir lo prometido.
      Uno de los acontecimientos más importantes de la devoción rociera fue la coronación canónica de la venerada imagen, concedida por el cabildo de la Basílica de San Pedro del Vaticano, reunido en su aula capitular el 11 de Agosto de 1,918. Consta por un rescripto fechado el 8 de Septiembre del mismo año, encabezado por el Cardenal Rafael Merry del Val. Tras los laboriosos preparativos, asumidos por una comisión presidida por Juan Francisco Muñoz y Pavón, tuvo lugar la solemne ceremonia en la señalada fecha del 9 de Junio de 1,919. El Cardenal de Sevilla, Enrique Almaraz y Santos, depositó la aúrea corona en las sienes de la Virgen, mientras pronunciaba las palabras del ritual: Así como te coronamos en la tierra, merezcamos, por tu intercesión, ser coronados en el Cielo. En el lugar que ocupó la Señora en esta ocasión, para perpetua memoria se levantó aquel año un triunfo, obra del escultor sevillano Ordóñez.
      La romería del Rocío es de tal magnitud que desborda por completo los límites del presente estudio. Es tan rica en matices y aspecto religiosos, folclóricos, sociológicos, antropológicos, artísticos y culturales, que se consagra como arquetipo de romerías populares. Se celebra en la Pascua de Pentecostés.




Con anterioridad, según la distancia, las hermandades filiales efectúan su salida en peregrinación hacia la aldea del Rocío. El sábado, víspera de la fiesta, hacen su entrada oficial y su presentación a la Virgen. Por riguroso orden de antigüedad son recibidas por la hermandad matriz ante el Santuario.
     El Domingo de Pentecostés, en el Real del Rocío, se celebra una misa solemne de pontifical, oficiada por el obispo de Huelva. Llegada la noche se organiza el Rosario Grande. Y en la madrugada del lunes tiene lugar la singular procesión de la Blanca Paloma. Hasta el siglo XIX se celebraba a continuación del canto de tercia, sobre las diez de la mañana. Al mediar la centuria, se suprimió la hora canónica para salir inmediatamente después de la eucaristía. Hacia 1,920, la procesión guardaba aún ciertas formas litúrgicas. Luego se fijó la hora de salida en el rayar del alba. Pero en los últimos años, apenas hay lugar para las tradicionales misas de instituto que se celebran en la madrugada. Inesperadamente los almonteños irrumpen en el presbiterio y arrebatan enfervorecidos a la Virgen que sacan al exterior del Santuario en sus andas o baldaquino de plata.
      Del Santuario donde es venerada la Patrona de Almonte, digamos que primitivamente fue una pequeña Ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviera de peana. Debido a los graves desperfectos que sufrió en 1,755, hubo necesidad de derribarla y levantar otro Santuario en su lugar, cuyas obras finalizaron en 1,760. Hacia 1,764-1,765 se instaló en su interior el espléndido retablo-vitrina, atribuido a Cayetano d´Acosta, en que recibió culto la imagen hasta 1,963. Debido a la afluencia desbordante de peregrinos, facilitada por la nueva carretera, se hizo imprescindible levantar un Santuario más amplio. Se eligió el proyecto de Alberto Balbotín Orta y Antonio Delgado Roig, arquitectos de Sevilla. La primera piedra fue colocada por Monseñor Cantero Cuadrado el 26 de Enero de 1,964, y bendecida la nueva iglesia por Monseñor García Lahiguera el 12 de Abril de 1,969. En 1,998 se comenzó a instalar un hermoso retablo dorado.



     La Hermandad Matriz de Almonte se fundó en el año de 1,648 y en 1,653 se proclama a la Virgen Pastrona de Almonte y a partir de estos años comienza a difundirse el nombre de Virgen del Rocío en lugar del de Santa María de las Rocinas, siendo en esta época cuando se fundan las primeras hermandades filiales, y su relacción por orden cronológico de antigüedad es la siguiente: 1.- Villamarrique de la Condesa (siglo XVII). 2.- Pilas (siglo XVII). 3.- La Palma del Condado (siglo XVIII). 4.- Moguer (siglo XVIII). 5.- Sanlúcar de Barrameda (siglo XVIII). 6.- Triana (1,813). 7.- Umbrete (1,814). 8.- Coria (1,849). 9.- Huelva (1,880). 10.- San Juan del Puerto (1,913). 11.- Rociana (1,919) 12.- Carrión de los Cespedes (1,925). 13.- Benacazón (1,915). 14.- Trigueros (1,928). 15.- Ginés (1,928). 16.- Jerez de la Frontera (1,932). 17.- Dos Hermandas (1,934). 18.- Olivares (1,934). 19.- Hinojos (1,934). 20.- Bonares (1,935). 21.- La Puebla del Río (1,935). 22.- Bollullos Par del Condado (1,935). 23.- Valverde del Camino (1,935). 24.- Gibraleón (1,935). 25.- Espartinas (1,940). 26.- Sanlúcar la Mayor (1,942). 27.- Lucena del Puerto (1,942). 28.- Bollullos de la Mitación (1,949). 29.- Sevilla (1,950). 30.- Huevar (1,954). 31.- Aznalcazar (1,959). 32.- El Puerto de Santa María (1,959). 33.- Madrid (1,962). 34.- Punta Umbría (1,966). 35.- Puerto Real (1,966). 36.- Barcelona (1,969). 37.- Palos de la Frontera (17-02-1,971). 38.- Emigrantes (27-04-1,971). 39.- Paterna del Campo(24-05-1,971). 40.- Villanueva del Ariscal (17-92-1,972). 41.- Lucena de Córdoba (27-04-1,972). 42.- Los Palacios (03-04-1,973). 43.- Ecija (03-04-1,973). 44.- Villarrasa (21-02-1,974). 45.- Isla Cristina (21-02-1,974). 46.- Bormujos (30-07-1,974). 47.- Camas (20-05-1,975). 48.- Las Palmas de Gran Canarias (20-05-1,977). 49.- Lebrija (20-05-1,977). 50.- La Línea de la Concepción (01-02-1,978). 51 (Córdoba (05-02-1,978). 52.- Rota (31-03-1,978). 53.- Ayamonte (13-02-1,979). 54.- Villalba del Alcor (13-02-1,979). 55.- Granada (13-02-1,979). 56.- Villafranco (17-05-1,979. 57.- Cabra (01-11-1,979). 58.- Málaga (01-11-1,979). 59.- Cádiz (20-05-1,981). 60.- Puente Genil (18-03-1,982). 61.- Jaén (15-07-1,982). 62.- Castillo de Locubín (22-03-1,983). 63.- Alcalá de los Gazules (01-12-1,983). 64.- Algeciras (14-12-1,984). 65.- Marbella (04-02-1,985). 66.- Tocina (03-04-1,986). 67.- Gelves (1,986). 68.- Utrera (1,986). 69.- Almería (19-01-1,986). 70.- El Cerro del Águila (1,986). 71.- Sevilla Sur (1,986). 72.- Toledo (1,987). 73.- Almensilla (18-08-1,986), 74.- Las Cabezas de San Juan (20-05-1,987). 75.- San Juan de Aznalfarache (15-10-1,987). 76. Fuengirola (15-10-1,987). 77.- Ceuta (1,988). 78.- Osuna (02-01-1,990). 79.- Santiponce (02-01-1,990). 80. Valencia (29-01-1,991). 81.- Mairena del Alcor (29-01-1,991). 82.- Carmona (29-01-1,991). 83.- Macarena-Sevilla (29-01-1,991). 84.- Niebla (29-01-1,991). 85.- La Caleta-Málaga (17-02-1,992). 86.- Priego de Córdoba (17-03-1,992). 87.- Alcalá la Real (17-03-1,993). 88.- Ronda (17-03-1,993). 89.- Badajoz (17-03-1,993). 90.- Chucena (1,994). 91.- La Algaba (1,994). 92.- Murcia (1,994). 93.- Manzanilla (1,995). 94.- Tomares (1,996). 95.- Arcos de la Frontera (1,999). 96.- Bruselas (2,000). 97.- Estepona (2,002). 98.- Escacena del Campo 2,002). 99.- Alicante (2,002). 100.- Alcalá de Henares (2,004). 101.- Guadix (2.004). 102.- Palma de Mallorca (2,005). 103.- Mairena del Aljarafe (2,005). 104.- San Fernando (2,007). 105.- Palomares del Río (2,006). 106.- Morón de la Frontera (2,008). 107.- Pozuelo de Alarcón (01-12-2,009). 108.- San Antonio de Portmany (05-02-2,011).
     En el año de 1,880, se erigió canónicamente la Hermandad del Rocío de Huelva y en 1,971 la de Emigrantes también de Huelva capital, que desde entonces aúnan, dirigen y vertebran el fervor rociero de la capital hacia la Blanca Paloma, la Reina de las Marismas, fervor que año tras año va en aumento.
      La una tiene su Casa Hermandad en la Plaza Paco Toronjo, la otra en el Barrio del Molino de la Vega, Paseo de las Palmeras, siendo a cada cual más hermosa y bonita.
      La cinta con la que se reconoce a la Hermandad de Huelva es blanca y azul colores de la bandera de Huelva, mientras que la de la Hermandad de Emigrantes lleva el color rojo y gualda de la Enseña Nacional.



La Provincia de Huelva aporta a la romería del Rocío a las Hermandades, además de la Matriz de Almonte, las de: La Palma del Condado, Moguer, San Juan del Puerto, Trigueros, Hinojos, Bonares, Bollullos Par del Condado, Valverde del Camino, Gibraleón, Lucena del Puerto, Punta Umbría, Palos de la Frontera, Paterna del Campo, Villarrasa, Isla Critina, Ayamonte, Villalba del Alcor, Niebla, Chucena, Manzanilla, Rociana y Escacena del Campo, junto a las capitalinas de Huelva y Emigrantes.
     La Hermandad de Huelva es la más numerosa de las que hacen el camino hasta la aldea del Rocío, ostentanto el título honorífico de que hasta que ella no entra en la aldea no comienza el Rocío, acto que realiza al grito de: Huelva, Huelva, Huelva cantado por todos los que la acompañan y siendo recibida por una multitud (gentío) de peregrinos que ya se encuentran en la misma. Este grito o saludo fue creado por el onubense Francisco Robles Justo el día 29 de Mayo del año de 1,977 cuando la Hermandad de Huelva hacía su presentación ante la Blanca Paloma.



     Aunque hay quien comenta e incluso publica que el Rocío se halla en este o aquel lugar (todos fuera de sus límites u orígenes), nada es más lejano a la realidad, porque aun siendo numerosísimas las hermandades filiales que conforman la Hermandad Matriz, tronco principal de la romería del Rocío, las citadas filiales, son ramas que nacen del mismo, siendo un hecho irrefutable que la "Aldea del Rocío", aun siendo universal, para mayor gloria y honor de María Santísima, Nuestra Señora del Rocío (la Blanca Paloma), pertenece al término municipal de Almonte y este, a la Provincia de Huelva, por tanto, el Rocío pertenece plenamente a "HUELVA", no siendo aceptable, por carecer de veracidad, la opinión de aquellos que quieren apropiarse de lo que no les corresponde.

     La Provincia de Huelva, es el lugar más occidental del Sur de nuestra Península. Limita al Norte con la Provincia de Badajoz, al Este con las de Sevilla y Cádiz, al Sur con el Océano Atlántico y al Oeste con Portugal. Tiene una superficie de 10.085 kilómetros cuadrados, distinguiéndose en ella cuatro Comarcas naturales como son: la Sierra Alta, al Norte, región de notable aspereza y mucha arboleda. El Andévalo, más al Sur, quebrado y de pobre vegetación, aunque de rico subsuelo. La Costa, desde la desembocadura del río Guadálquivir a la del Guadiana, y entre estos dos últimos se halla la Campiña. donde se encuentra ubicado el municipio de Almonte.
      Sus ríos más principales son amén del mencionado Guadiana, el Huerva, Sanlúcar y Carralón que desembocan en el Guadálquivir y sobre el Guadiana, el Múrtiga, Chanza y Malagón. Al Océano Atlántico los Tinto y Odiel (cuyas aguas confluyen en uno solo a la altura del Monasterio de la Rábida y por donde salieron las carabelas Pinta, Niña y Santa María al mando del Almirante Cristóbal Colón para realizar la gesta del Descubrimiento de América) y el Piedra.
     Demostrado, queda por lo dicho, que dentro de los citados límites se encuentra Almonte, que a pesar de todo esto, es un pueblo totalmente abierto a compartir la devoción a la Madre de Dios, bajo la advocación de Rocío, como así mismo ocurre con la playa de Matalascañas. Una cosa es compartir el uso y disfrute del lugar y otra muy diferente, decir que aquello es tuyo porque se tenga allí una propiedad y se paguen en él los impuestos, que Almonte, por la gracia de Dios, es uno de los setenta y nueve pueblos que componen la Provincia de Huelva y por consiguiente a esta última pertenece el Rocío y su universal Romería.
Es común a todas las hermandades que peregrinan al Rocío, que los peregrinos que la acompañan por primera y por consiguiente hacen su primer camino, que en un lugar del mismo reciban el "bautismo rociero", que no es impartido por sacerdoce o diácono alguno, sino por cualquier otro peregrino que con anterioridad haya recibido este "bautismo" imponiéndosele un nombre que esté relacionado con alguna de las vivencias de la Virgen del Rocío, entendiendo por peregrinio, a todo aquel que realiza el camino hacia la aldea del Rocío, sea cual fuese la forma o manera de efectuar el trayecto, aunque no cabe la menor duda que el que reúne una condición especial es quien efectúa el camino a pie y que ya el día anterior a la salida de su hermandad, prepara con sumo mimo y cuidado, la vara que le servirá de apoyo por los arenales (a la que incorporará un poco de romero que recogerá al llegar al lugar apropiado del camino), junto con el pañuelo y sombrero que le alivien del polvo y rayos solares que le atormentarán durante el duro y difícil recorrido. Es norma no escrita, que el peregrino coloque todas las cintas representativa de su hermandad de todos los años que ha realizado la peregrinación. Para realizar este bautismo no se precisa agua bendita sino un arroyo, río, riachuelo o símplemente un charco de agua por el que transita la hermandad y que a veces, según qué época del año no vale ni para que puedan abrevar las bestias, aunque si para que se vivan momentos de intensa emoción al ser muy numerosos los cantes u oraciones que se rezan o interpretan durante la estancia o el paso de las citadas aguas.
      Es todo un acontecimiento la marcha del Simpecado de una hermandad rociera por las calles de su lugar de residencia, al lograr que se convierta en un día festivo o casi, en muchos puntos de Andalucía. Simpecado que desde que es puesto en la carroza casi siempre de plata que le servirá de transporte hasta la aldea, será escoltado por una cantidad ingente de personas a pie de todas las edades y estamentos sociales, en silencio, rezando o cantando, acumulando cansancio y dolores en los multiples músculos del cuerpo, pero caminando siempre hacia adelante con una fe inquebrantable, cumpliendo una promesa o haciendo prerrogativas para que la Virgen del Rocío le conceda lo que con tanto fervor pide y ansía.
     Es ciertamente incomprensible para aquel que no haya visto todo esto, el aguante de estas personas que llegan a la Ermita, cansados, sucios, sudorosos, llenos de llagas la mayoría de ellos, con la piel quemada, los ojos brillantes por la emoción y que aún reúnen fuerzas suficientes para seguir cantando, para seguir "empujando" la carroza del Simpecado y que se postran ante la reja que les separa de la Virgen del Rocío, transidos de dolor, brotando a raudales las lagrimas de sus ojos resecos por el polvo, calor y escozores. Unos de pie, otros arrodillados, delante de Ella o en cualquier lugar de la Ermita, gimiendo, llorando, rezando, cantando e incluso totalmente mudos al impedirles la emoción pronunciar palabra alguna o simplemente un gemido, pero a su vez, con una paz interior infinita por haber logrado su meta: pedirle o agradecerle a la Señora la gracia que espera o le ha sido concedida, finalizando su plegaria que internamente musita con la siguiente frase: "gracias Virgencita del Rocío, gracias por todo, por no haberme abandonado, por haberme concedido mi necesidad, por haberme socorrido. Gracias Madre mía, gracias y hasta el año que viene si el Divino Pastorcito y Tú, lo queréis. Mira mi cuerpo cansado y los pies doloridos. Mira todo lo que he pasado y que solo para ti he vivido. Porque eres lo más preciado que en la vida he tenido, déjame estar a tu lado Madre mía del Rocío. Muchos son mis pecados, tantos que la cuenta he perdido. Madre, mi corazón está desolado de tanto estar arrepentido. Quiero morirme a tu lado y en ti perder los sentidos, tantas gracias me has dado, que prometo seguir siempre contigo y que esta vara o cayado siempre sea mi fiel testigo.
      Dice un dicho popular que todos los caminos conducen a Roma e igualmente ocurre con la romería a la Blanca Paloma, que no se va únicamente andando, sino tambien a caballo, en carro tradicional bellísimamente exornado, en charret, en manolas, en carros tirados por un trastor y fuera de la romería en vehículos motorizados, que cualquier medio es bueno con tal de postrarse a las plantas de Nuestra Señora del Rocío.
Un nutrido y numeroso grupo de caballistas preceden el procesionar de la carroza que porta al Simpecado de las diferentes hermandades que caminan hacia la aldea del Rocío, siendo impresionante, por el número de ellos, los que acompañan al Simpecado de la Hermandad de Huelva para los que son obligatorio según las reglas de la citada Hermandad, vestir chaquetilla de color blanco, mientras su paso discurra dentro del casco urbano de la capital, no así a las mujeres que pueden ir vestidas con el típico traje de faralaes, más popularmente conocido como de "gitana", que hacen aumentar aún más la vistosidad de la comitiva, debido a los diferentes estilos, tonos y colores de los mismos, aunque también tienen que vestir la chaquetilla blanca si van con el traje de amazonas.
     Sea cual fuere el origen de la Hermandad, todas tienen un factor común y es el tener, en un momento del camino, que entrar o pasar por las inmediaciones del Coto de Doñana, que hace aumentar más si esto es posible, la belleza de un paraje protegido, cuidado y mimado por la autoridad competente, al ser declarado por la Unesco en 1,994 Patrimonio de la Humanidad.
     A la dificultad de los caminos, debido a los arenales, calor, viento, lluvia, sequedad, cansancio, dolores y sufrimiento de todo aquel que hace el camino, hay que añadir también, porque no podemos olvidarnos de ellos, el papel tan importantísimo que tienen para la romería los animales, que portan los caballistas o van enganchados a los diferentes tipos de carros que peregrinan, ya que desgraciadamente, a pesar del esfuerzo y atenciones de los veterinarios, muchos son los que se quedan en el camino, muertos por desfallecimiento e incluso, aunque afortunadamente las menos, por un trato no muy correcto de los usuarios de estos y aunque pueda parecer lo contrario, dicen los veterinarios que el caballo que babea mucho, no es síntoma de sufrimiento, sino de que se encuentra a gusto con el bocado que lleva entre sus dientes para ser dirigidos por el jinete.
     En la salida procesional de la Virgen del Rocío, el día 13 de Junio de 2,011, cuando se hallaba a la altura de la casa de sus camaristas, se le rompió el varal delantero derecho de su baldaquino, debiendo interrumpir la procesión y regresar al templo, donde fue venerada por los Simpecados de las Hermandades a las que no pudo visitar.
PEREGRINO Y ROCIERO:
Sueños de romería, son sueños de peregrino, contando los días, para iniciar el camino. Sin romero todavía, ni oler aún a pinos, sólo la vara que recogía, para liberarla de espinos. No llevará Simpecado, pero si su Guión, la mochila ha preparado, pequeña, no es un zurrón. El camino ha inciado, en terrera procesión y su imagen ha colocado, muy cerca del corazón.
El campo es sendero, todo es matorral, ha recogido romero, que a la vara va a sujetar, murmurando: te quiero, Madre tengo que llegar, sabes cuánto lo deseo, no me dejes de ayudar. La noche ha caído y apenas puede dormir, con el cuerpo entumecido y las ganas de seguir, el alba le ha sorprendido, dispuesto para partir, poco es lo que ha dormido, pensando en el devenir.
El día va amaneciendo y aún poco se ve, del suelo está subiendo, la bruma del amanecer, sombras van surgiendo, son peregrinas también, con sus mentes repitiendo, cuánta hermosura se ve. Amanece el nuevo día, claro y luminoso y mira a la lejanía, de un modo codicioso, canta con alegría, sintiéndose vigoroso, fatigas ya ni tenía, pero sí ojos llorosos.
La Aldea ya se ve, escucha sus campanas, aprieta el paso él, aún está lejana y flores quiere recoger, para la Reina Soberana, y ponerlas a sus pies, al declinar la mañana. envueltas en su amor y mojadas de rocío, también en el dolor, de su corazón impío, lleno de fervor, por su Virgen del Rocío, ese espléndido primor, que le nubla los sentidos.
Y por fin llega, ya la está viendo, su fe se la renueva y así se lo está diciendo, las manos no las despega, pues la reja está cogiendo, quiere llegar hasta Ella y le llora diciendo: ¡Ay!, Blanca Paloma, Madre del Redentor, en mi alma se entrona, la majestad de tu fulgor, danos esa tu corona, que te puso el mismo Dios y a mis ojos emborrona, para merecer tu amor.


SI HABLARAN LAS ARENAS:
¡Ay!, si pudieran hablar, las arenas del camino, cuánto podrían contar, del dolor del peregrino. Al tener que soportar, su llanto bajo los pinos o el azaroso caminar, de su paso cansino. Del viento narrar, sus plegarias silentes, escuchando cantar y divertirse a la gente. Sintiéndolo derramar, lágrimas ardientes viendo su rostro sudar, con la mirada al frente.
A la lluvia empapar, su cuerpo cansado, sin quererse cobijar, bajo la lona del carro. Y los pies arrastrar, por el suelo embarrado, diciéndose: ¡qué más da, si pronto habré llegado!. O cuando rompe a cantar, alegre y emocionado, turbado de felicidad, con el corazón arrebatado. Escuchándole gritar, vivas al Simpecado y al romero besar, ese que lleva su palo.
Cubriéndose del sol, con pañuelo polvoriento, del frío y del calor y la aridez de los vientos. Caminando con decisión, pero con paso ya lento, motivado por el amor, de la que lleva tan dentro. No calles más arena, cuéntanos lo que sabes, tú que has sentido su pena y oído todas sus salves. Observando su cara morena, o en rojo color de sangre y el palpitar de sus venas, cuando declina la tarde.


De muestra valga un botón, dice un refrán muy andaluz y sin ánimo de alabanzas personales, que no es esa mi intención, válgame Dios, con estas tres últimas fotografías, de la salida de la Hermandad de Huelva, llegada a la calle Moguer y en la puerta de la Ermita, así como en las varias  publicadas en esta página, quiero hacer ver o demostrar a todo el que no conozca el camino rociero, la dificultad que el mismo entraña, y el valor acreditado y demostrado que posee todo el que peregrina a pie hasta la aldea del Rocío sea cual fuese su lugar de procedencia. Mientras más años van pasando y soportando mi ya vetusto cuerpo, siempre lanzo al viento la misma pregunta sin que este me ofrezca la respuesta: ¿de dónde sacan las fuerzas?. Creo que ésta se contesta por sí sola: del amor a la Madre de Dios, en este caso a la Virgen del Rocío, plasmado en unos corazones nobles y extraordinariamente buenos, humildes  y sencillos, para los cuales, lo primero es su amor a la Virgen del Rocío y dar gracias a Ella por el favor recibido, mientras hacen pública protestación de fe, aunque en este caso no sea en hermandad de penitencia y si letífica como es la Virgen del Rocío, al grito de: ¡Viva la Blanca Paloma!, ¡Viva la Reina de las Marismas!, ¡Viva la Madre de Dios! y como no: ¡viva el Pastorcito Divino!.